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Las palabras de Pagliacci se quedan flotando unos segundos en el aire. Montecristo mira a la periodista con un gesto de seria complicidad, mientras que Nyx se centra en inspeccionar a su amigo David, quien a duras penas es capaz de mantener la consciencia y lucha por mantenerse despierto sin terminar de comprender del todo qué está sucediendo a su alrededor.

Aunque Nyx no es un médico, no hace falta ser demasiado experto para comprobar qué le ha sucedido a David. Su palidez, su respiración entrecortada, las venas marcadas con un color azulado en sus brazos o las manos hinchadas son un cuadro que ha visto en más de una ocasión, particularmente cuando no ha sido capaz de controlar sus propios impulsos alimenticios: alguien ha desangrado a David. Su vida no corre peligro, pero está en una primera fase de aturdimiento en la que todavía el mareo gobierna su mente y sus extremidades apenas le responden.

El Brujah maldice en voz baja mientras tumba a David en el sofá. Es consciente de que el estado de su amigo dificulta bastante tener una conversación coherente y por primera vez en la noche siente el aguijón de la ansiedad. El tiempo corriendo, un conocido suyo en el barrio de los Shelby, uno de sus principales, sino único, amigo, convertido en alimento de otro Vástago. Nyx sentía que necesitaba dar rienda suelta a la rabia... y necesitaba también tener el estatus suficiente para pedir explicaciones.

Montecristo nota la agradable sensación de sus pensamientos corriendo a toda velocidad, analizando causas y consecuencias, buscando conclusiones entre el tupido hilo del destino. Es una capacidad instintiva que le acompañó durante su vida profesional y se agudizó al atravesar el velo de la muerte. La alfombra mal colocada, un cenicero ligeramente alejado del centro de la mesa, una silla alejada un palmo de más de la mesa, una pequeña rozadura junto al borde de una puerta. Para el Tremere no cabe duda de que sólo ha entrado un individuo en el piso, que se ha movido con rapidez y ha llevado a David hasta el sofá. Ha actuado sin demasiado cuidado, pero sin ser tampoco rudo.
Caminó sin decir nada hasta la habitación más cercana y sus sospechas se confirmaron. La ventana estaba mal cerrada y comunicaba con cierta facilidad para alguien medianamente ágil con una escalera que, tramo a tramo, permitía salir a una calle secundaria escasamente iluminada. A lo lejos ve el skyline infinito y magnético de la ciudad de Nueva York. Junto al alfeizar, la luz de de una farola del exterior hace brillar un pequeño objeto metálico. Montecristo abre la ventana y lo coge cuidadosamente. Es un pequeño gemelo de plata con forma de sol y un eslabón de una cadena en su parte inferior.

Pagliacci siente el gusano de la investigación carcomiendo sus pensamientos. Sabe lo que eso implica. La necesidad de descubrir la verdad, de resolver cuánto va cogiendo forma en esta noche. ¿No es demasiada casualidad que le suceda algo a David Anderson justo cuando parecía ser una pieza importante para poder asentaros en Nueva York?. Y luego ese olor casi imperceptible que se ha alojado en el interior de su cerebro y la ha llevado de nuevo a sus primeras noches. A la soledad, la humedad, el miedo y también la determinación de sobrevivir que fueron su bautizo en Ellis Island.

La Caitiff lleva el suficiente tiempo muerta dentro de una genealogía acostumbrada a buscarse la vida cada noche a solas como para comprender la importancia de una zona de la ciudad como esta. Tranquila, sin criminalidad apenas, solitaria por la noche. Escaso interés para los tejemanejes políticos y económicos, pero un espacio de alimentación bastante seguro para un Vampiro espabilado. Un buen lugar para Cazar... si no quieres que te detecten.

Miró por la ventana, al tiempo que observó a Montecristo deambulando por la casa y a Nyx cuidado de David. Los gestos amables del Brujah le hicieron pensar en otros tiempos y otras realidades; le resultó un tanto extraño observar a un Vástago preocuparse tanto por un humano. La noche había servido para abrir interrogantes y mostrar los peligros de cada callejón de Nueva York, silencioso campo de batalla para depredadores en busca de una pequeña cueva donde guarecerse y alimentarse de los vivos.

Pero la noche se terminaba. Y el tiempo corría.

Cuarenta y siete puñaladas, muchas de las cuáles habían perforado los genitales de la joven en una sangrienta venganza contra su sexo, el rostro desfigurado del cadáver todavía le devolvía la mirada. Pero jamás podría olvidar el olor, la peste metálica y carne podrida que despedía cuando sacaron el cadáver del agua. A las heridas infligidas por su asesino se sumaba el lodo del Hudson, las dentelladas de los animales y la basura que recogían las olas de la había. Vanya había vomitado aquella misma noche, mientras sacaban las fotos para una página olvidada de The Independent. El olor a la muerte roja, a la peste que anidaba en sus pulmones todavía le acompañaba allá a dónde fuera.

La Caitiff sacó una pequeña linterna de mano, una Maglite que le había regalado su amigo, el foco de luz hirió la oscuridad de los rincones que aún quedaban por explorar de aquel hogar profanado. Caminó despacio entre los papeles desperdigados y los cristales sembrados por el suelo. Mientras se movía para examinar el café que humeaba en la cocina, compartía sus reflexiones en voz alta.

-Este no es un lugar seguro para él, quizás, debiera venir con nosotros. Si es que podemos considerar nuestro precario refugio apropiado para él.

La periodista siguió buscando entre las notas y los libros, tratando de hacerse una imagen de con qué clase de persona trataban, quién era David y por qué interesaba a esta gente. ¿Se habían llevado su cartera, su dinero? ¿Por qué habían entrado por la ventana? No era probable que fuera alguien conocido.

-David fue atacado mientras hablaba por teléfono, la criatura ya se encontraba aquí, quizás la grabación de la llamada pueda revelar algo.

Sus pensamientos volaron hacia Kolinsky, deseaba que estuviera bien, no haberla expuesto a un peligro que no pudiera manejar y empezaba a arrepentirse de haberla involucrado en todo esto.

Como iluminadas por un dedo invisible, las pistas se van presentando una a una en la sagaz mirada del detective tremere. Casi puede visualizar un ente fantasmal, pérdido ya en los vertices temporales, pasando por la escena que se está imaginando en su cabeza. Casi puede percibir su aroma aún. Casi puede verlo descender por las escaleras de incendio. Casi puede verlo en la lejanía, correteando entre los callejones y perdiéndose en las últimas horas de la madrugada. Casi amanece. Demasiados casis.

Recoge el gemelo y lo guarda fuertemente dentro de su puño. Lo aprieta como si fuera el único asidero a una pista vital. Ni siquiera se para a observar el origen del símbolo de aquel masculino complemento. Vuelve al salón en el justo momento en que Pagliacci, da su veredicto. Asiente sin decir nada, a la vez que abre su puño y muestra el gemelo.

- ¿Os suena de algo éste símbolo?... - Dice mientrás por vez primera, intenta hacer memoria^*1. - En cualquier caso - sin casi dejar tiempo para pensar a sus compañeros - debemos marcharnos. Se nos echa el día encima. Volvamos al refugio y de camino a casa - fijó la mirada en Nyx - es necesario que nos cuentes cuanto sepas de David... - Cogió el pomo de la puerta con la palma de sus mitones, con la justa presión para no usar los dedos y dejar unas huellas insondables en cualquier base de datos actual - ¿Sabes si estaba metido en algo?... ¿o simplemente lo están usando para llegar a nosotros? - dejó en el aire, como una primera pregunta de su particular cuestionario, en una sala de interrogatorios ficticia, donde al otro lado del espejo, Nueva York juzgaba y deliberaba sobre cada una de las acciones de sus ciudadanos. Hilos rojos que se entrelazaban unos con otros y que alimentaban de caos el efecto mariposa.

*1

Mira a su amigo, ve lo envejecido que está, no es solo por la situación que acaba de afrontar. Apenas está consciente. Escucha a sus compañeros de fondo.

-Ssssí, claro

Pronuncia dubitativamente

-Debemos llevarlo a casa, no puede quedarse aquí. ¿Necesitará un médico? No creo, con tiempo y buena alimentación debería recuperarse.

¿Quién es David? Se pregunta. Varias imágenes pasan por su mente, recuerdos, menciones en la prensa, reconocimientos públicos. Pese a huir de ellos su labor es tan destacable que no ha sido capaz de mantenerse al margen en todas las ocasiones.

-David es la mejor persona que conozco.

Rectifica

-El mejor ser, de cualquier tipo.

Continua, satisfecho, posando sus ojos en el rostro de Anderson, en una caricatura de la Piedad de Miguel Ángel.

-Lleva trabajando varias décadas en el ayuntamiento. Es responsable de un gran presupuesto. Tiene que tratar con mucha gente. Gente de diferentes clases sociales. No siempre da buenas noticias. Si se ha hecho enemigos es por intentar actuar con honestidad.

Sabe que ha sido atropellado, desordenado, pero es la mejor definición que puede dar de su amigo en este momento.